Víctor Manuel Gomez Callejo

Aquí se encontraba la supuesta punta de la lanza de Longinos, ahora custodiada en un museo eclesiástico, el de Echmiadzin. Se aseguró durante siglos que la trajo a Armenia San Judas Tadeo, quien junto a San Bartolomé predicó cristianismo por esta zona. Si Longinos (cuyo nombre no aparece en ninguno de los cuatro Evangelios canónicos) es un personaje altamente improbable, el arma que se le adjudica no coincide con ninguna de las utilizadas por las tropas romanas. Hay otras tres repartidas por el mundo, cada una de las cuales es la genuina según sus distintos poseedores. En fin, el Monasterio de Geghard bien merece una visita por sí mismo. Quedan iglesias excavadas en la roca, cuevas convertidas en iglesias y construcciones que se levantaron para ser iglesias. También hay khachkars, naturalmente, y un atrio o nártex que da gusto verlo. La clara influencia del arte musulmán (persa en último término) se manifiesta en algún arco ciego, en los mocárabes de una bóveda (¡hechos de basalto!) y en los atauriques de jambas, dinteles y tímpanos.

Enormemente soviética y soviéticamente enorme, está configurada como un rectángulo limitado por cuatro edificios construidos ad hoc, de tal modo que algunos disponen de fachadas curvas para dejar patente la preeminencia del espacio vacío central sobre las sólidas construcciones. El edificio exento que alberga el Museo de Historia y la Galería Nacional resalta por el color claro de la piedra que recubre la fachada. Presenta una logia de altos arcos de medio punto a tres niveles de prominencia que se insertan en la plaza. En frente de toda su anchura se encuentra una enorme fuente, con chorros de agua que cambian de altura constantemente. El resto del perímetro de la plaza está definido por tres edificios de toba armenia más oscura: la Oficina Central de Correos, un ministerio y el Hotel Marriott. Un extenso espacio plano, a modo de alfombra mineral, se sitúa en medio de esta intersección de amplias vías por las que el tráfico rodado fluye constantemente. Esta superficie vacía y la desarmonía entre la uniforme altura de los edificios y las dimensiones de la plaza, producen una impresión de hueco monumental y distanciamiento burocrático. Lo que falta es mucho mayor que lo que realmente hay allí. Conviene tener en cuenta que un monumento en honor a Lenin se levantaba en medio de esta plaza. Después de derribarse en 1996, nada ocupó su lugar. No era mi intención usar una metáfora, pero en este caso me parece inevitable: viene dictada por la realidad observable. Cuando la luz del sol brilla por su ausencia, los exteriores de todos los edificios se iluminan y la fuente despliega el típico espectáculo de colores lumínicos. Los destellos en la oscuridad ocultan un monumental vacío.